Tú, lo decides

 

Soledad, digna,

Soledad, sola,

Soledad, compañera,

Soledad, infatigable,

Soledad, entrañable,

Soledad, austera,

Soledad, silenciosa,

Soledad, ruidosa…

 

¿Cuánto he de vivir a tu lado?

Acaso ¿no te cansas de ser mi fiel compañera?

En las buenas y en las malas te encuentro,

En las buenas y en las malas alejarme de ti, quiero,

Pero ni bien creo haberte perdido,

tu vuelves eternamente a mí.

Como una rueda sigilante,

como un sonoro carro, que trae malos augurios,

sin caballos manejado, sino por una invisible mano.

Mano despiadada,

Mano que no me ama,

Mano oscura.

 

Te he agradecido, tu inmensa paz,

Y tu ruidosa locura, No.

Me he regocijado, cuando recobré

Gracias a vos, mi dignidad.

Te he echado una y mil veces,

y vuelves a mí como un sabueso,

eterno, que me dice con su mirada,

“Espero hasta que seas huesos”.

 

Espera soledad, vete, o no,

hoy te dejo libre;

Libre de elegir,

Libre de la mano negra que te guía.

T e d e j o l i b r e,

Libre es como caminarás,

ya no estarás aferrada a mi sombra,

o al menos, Ahora, y para Siempre

Sólo la Libertad te dejo de guía.

 

Te dejo en la Luz, donde te pueda ver,

o no: ¿será que algún día me despierte

y ya no te vea? ¿No escuche la siniestra melodía

rechinante, de tus huellas en el barro,

de tus ruedas, en el carro?

 

Dile a tu mano que te deje ser libre,

libre de mí, libre de mi desamparo,

libre de mi sombra.

 

Soledad,

sigilosa, ruidosa, terrible.

 

¡Cuánto me has dado!, lo bueno,

y lo malo. Me has ayudado a saber quién soy,

me has dado fuerzas, para continuar como la tortuga.

Tú, ya no eres mi tortura,

Sólo una vieja conocida, a la que,

en este Acto, Dejo Libre,

Libre, de mi sentir,

Libre, a la vista de los dioses y

de los hombres.

 

Eterna Soledad, Entiende;

¡Eres Libre,

Libre, de quedarte,

Libre, de irte,

Libre, de mí,

Libre, de mi dolor,

Libre, de las cadenas,

Libre, de la carreta,

Libre, de que te tema,

Libre, de mi amor,

Libre, de mi necesidad.

¡Libre, por piedad!

 

Sólo ve y dile a tu mano,

¡Por todos los dioses!,

¡que hoy y para siempre eres libre!

 

Sin embargo, lo Sé

si te vas o te quedas;

Tú, lo decides.

 

F.I.S.

 

 

 

                                                                                        Posteado 24/01/2017

 

El Espejo de un Espejismo

 

        En una ciudad muy lejana, en un tiempo muy lejano, de nuestro futuro, hubo una especie de maldición sobre algunas personas. Esta serie de personas, poseían una característica: nadaban contra la corriente, en sus casas los “otros” le ponían un cartel, por ejemplo Ana pensaba diferente a sus familiares, por eso en su casa figuraba “Aquí vive La LOCA”,  Federico un alumno de 15 años que no le gustaba salir de noche a “caravanear” como dicen los chicos, entonces en su casa aparecía el cartel “Aquí vive el TONTO”, Juana que ya de grande quería terminar la facultad y no decidió casarse, ni tener hijos, sus vecinos le pusieron “Aquí vive La RARA”, y así cada 15 ó 20 casas, hay una que tiene estos carteles.

         Los demás que podían hablar de temas en común, se juntaban entre ellos, festejaban fechas festivas en reuniones familiares, sociales; no sin antes cuerear a los susodichos. Los perseguidos sufrían el desarraigo, la indiferencia, el rechazo, la injuria y la calumnia; pero los marginados por otro lado tenían una autonomía que los otros no tenían, podían manejar sus horarios a discreción, hacer lo que les gustaba y tener su voz propia.  A pesar de esto, el precio era muy caro, necesitaban encontrar un antídoto.

        Cerca de la ciudad, había un especie de acantilado, que daba hacia el mar, pero bien debajo de la roca, se encontraba un pequeño bosque, en el acantilado vivía un ermitaño, que observaba toda la vida en la ciudad, era considerado el “ORATE” no le habían puesto el cartel porque se encontraba en la roca en el medio de la nada. Y los “otros” no vieron que fuera peligroso, ya que casi nunca se dejaba ver por la ciudad.

        Una vez paseando por internet, Federico encontró el blog de Ana, y se contactó con ella, a todo esto Ana había conocido a otros rotulados y finalmente a Juana, de este modo se había armado una comunidad interesante. Juana conocía al Orate y les propuso a los “Cabritos”, así se llamaba la comunidad en la web,  ir a ver al viejo ermitaño.  Algunos fueron y otros se quedaron al resguardo del vértigo que les ocasionaba bajar el acantilado para buscar al orate.

        En esa época el humano había ejercitado su cuerpo y lograba tener algunas características simiescas en sus brazos y piernas, así que si alguien tenía vértigo era más por el lado humano, mental, porque en sí sus extremidades podían sostener a los Cabritos de un modo, que parecían realmente cabritos. 

        Al comienzo la cueva era un hueco pequeño y oscuro, y fueron pasando de a uno, Ana, Juana y Federico, todos los demás se quedaron prendidos de las rocas, algunos tenían antorchas por si caía la noche y los encontraba en ese lugar. La roca se iba transformando en una caverna bastante amplia, donde a lo lejos se veían unas luces, todo era bastante extraño puesto que el mismo bosque que se veía abajo del acantilado, estaba también adentro de la caverna, se oía una cascada y que continuaba en un arroyo de agua que se perdía dentro de las rocas.  Al costado del bosque había una luz, el efecto que tenía a la vista era como si fuera un holograma. De repente se oyó una voz: -  ¿Qué buscan aquí? La voz era grave, como de ultratumba sonaba, por el eco de la roca. Ana habló: - Disculpe señor nuestra intromisión, necesitamos su ayuda.

-  ¿Qué buscan? Y ahí apareció el ermitaño con una túnica blanca, puesta de un modo similar al que usaban los romanos. -  Señor permítame presentarnos, somos Juana, Federico y Ana, hay más de nosotros afuera, venimos en son de paz, y sólo necesitamos saber si ud. podrá ayudarnos, ¿señor cuál es su nombre?

         El Orate se acercó a Ana, su porte era contundente, su pelo morocho más bien corto, su piel trigueña, era alto, de contextura mediana y su espalda muy derecha, llamaba la atención porque para ser que vivía en la roca, él no tenía los brazos y piernas como los simios. Ana y Juana observaron este detalle y se miraron, era como que adentro de la cueva, cada uno podía entenderse con el otro con sólo mirarse.  -¿Mi nombre? para la gente no tengo nombre, sino un rótulo, el Orate.

-           Nosotros también para la gente tenemos nombres muy diferentes, yo soy La Loca, Juana La Rara, y Federico El Tonto.  El Orate comenzó a reírse, su risa sonó como trinos, ante la tensión de los Cabritos. Comenzó lentamente a hablar: - Se han presentado, y me han tratado con respeto. Los invitó a sentarse en unas sillas de roca finamente talladas, y él se quedó parado frente a ellos, la visión que daba su cuerpo era también de un holograma, y su voz sonaba contundente pero llena de misericordia y suavidad. - Queridos Ana, Juana y Federico, ni estos nombres, ni los otros realmente definen lo que son. Vuestro espíritu, la energía que los mueve y les da la vida, no se reduce a ninguno de estos nombres. Emularé a un viejo libro olvidado y me presentaré como Yo Soy el Que Soy, y Ustedes Son los que Son. 

-     Estamos cansados de sufrir, dijo Juana, agarrándose la cabeza. Una fuerte luz los encegueció, y quedaron tirados en el piso. Pasó una especie de huracán, y los Cabritos se encontraron pelados y desnudos, sus cuerpos tiritantes y sus mentes y corazones con miedo.

-      Señor que “Eres el que Eres”, ayúdanos a ser los que somos, y que eso se refleje allá afuera. Dijeron en sus mentes y corazones los Cabritos. Tras la nube de luz, se veía el cuerpo de Santiago, así se llamaba. Los Cabritos lo miraban con miedo, casi terror. - Estamos cansados, hastiados, no podemos vivir así, necesitamos poder Ser lo que Somos. Le dijo Ana.

-           Sean. Para Ser es necesario actuar, y que a sus acciones las guíe el corazón.

Murmuraron - Tenemos miedo.

-   ¿Miedo a qué? ¿A lo que viene?

-  En realidad no. (Se miraron y transmitieron ese pensamiento entre los cabritos). - ¿A lo que fue? Siguió preguntando Santiago.

-           Fue terrible. Pero pasó.

-           En realidad aprendieron, y no le temen a lo que pueda venir, nada los asustaría.

-           Siempre se puede estar peor. Dijo Federico y temblando. Siguió: ¿Cómo podemos dejar de temer?

-           En realidad, viviendo, siguiendo a vuestro corazón y a vuestro pensamiento, siendo solidarios en el grupo de los Cabritos.

-           Santiago ¿Tu eres feliz?

-           Sí lo soy, porque Soy el que Soy

-           Pero vives en Soledad.

-           Soy el uno con la naturaleza, el que me creó me provee día a día la vida, tengo salud, tengo el amor.

-           ¿Dónde lo tienes? Santiago los guió hacia el bosque, la luz del holograma dibujó una puerta, traspasaron el portal y allí encontraron una aldea como de antaño, siguieron a Santiago y éste se paró en una casita, allí salió una mujer que lo recibió con un beso: - Santiago

-       Ellos son los Cabritos

-           Ahh! Contestó ella como si los conociera, allí pasaron, comieron comida casera y muy sabrosa. Aurora era la esposa de Santiago y hacía un tiempo que había muerto, esa era una ciudad etérea, más allá de la vida, donde almas similares se juntaban y armaban comunidades. Los cabritos se dieron cuenta que a algunas personas ya las conocían, Federico encontró a su abuela materna y pasó bellos momentos con ella. Ana había encontrado que algunos ancianos la trataban con cariño y la conocían muy bien.  -¿Porque me conocen tan bien?

-           Porque te queremos.

-           ¿Yo los conozco también?

-           Sí, vienes a visitarnos en sueños. Volamos juntos y te damos algunos consejos. En la mente de Ana, vinieron algunos recuerdos, donde ella en algún peligro o decisión que debía tomar en el diario vivir, había tenido algunas ideas y soluciones que la habían ayudado, incluso a continuar con vida. Esas ideas se la habían puesto esos viejitos del alma. Ana los abrazó y les agradeció entre lágrimas de alegría.

-           Todo esto es para que aprendas, le dijo a Juana, una mujer hermosa vestida de blanco que salió del agua, de la cascada del bosque.

-           ¿Todo esto? respondió Juana sorprendida.

-           Me refiero a la vida, debes aprender a Ser Quien Eres.

-           Y si los otros no me conocen y me juzgan mal, es difícil.

-           Claro que es difícil pero no dejarás de ser Quien Eres, si actúas como tu espíritu lo manda. Y eso es lo que importa, no lo que los “otros” piensen de vos.

-           ¿Ustedes nos ayudan?

-           Sí, colaboramos para que vuestra vida se haga más llevadera. La mujer de blanco se disolvió en el agua y una luz volvió a juntar a los Cabritos.  Estos seguían pelados y desnudos, pero sin temor.  Santiago les dijo - Volvamos a la cueva. Aurora es mi mujer y yo me mantengo entre un plano y otro. Vuelvo a la vida, para dar algunos mensajes, como el que les dí a ustedes.

-           ¿Y ahora qué harás?

-           Mi Creador me mostrará donde soy necesario.

-           ¿Nosotros somos necesarios en nuestro entorno?

-           Sí, sino no hubieran sobrevivido tanto tiempo. Sus enemigos los buscan y acechan, se aseguran mediante el cartel o rótulo que todo el que se acerque sepa de antemano quiénes supuestamente son ustedes.

-           ¿Y por qué?

-           Porque ellos deben aprender, ustedes de una forma u otra les muestran sus propias falencias;  con su orgullo no piensan cambiar, entonces proyectan sus miserias en ustedes, como si ustedes fueran un espejo, un reflejo pero de ellos, pero en realidad es un espejismo.  Y es eso lo que ellos se ocultan a sí mismos.  Que en realidad lo que dicen de ustedes, es un reflejo de  ellos  mismos, de los que propiciaron y replicaron ese rótulo, conciente o inconcientemente.

-           ¿Y de qué forma aprenderían proyectándolo en nosotros?

-           En principio no aprenden, pero ustedes sí, comienzan diciendo Eso NO soy, pero ¿qué soy? ¿quién soy? Empiezan a actuar en consecuencia teniendo una vida digna de ser vivida.

-           ¿Y el rechazo, la persecución, las calumnias?

-           Por ahí viene el aprendizaje de ellos, ellos en otro tiempo pueden ser los rechazados y perseguidos,  tener un hijo o alguien querido que se lo rotule y entonces comprenden que la gente puede creerse espejismos, como ellos  lo pudieron creer en el pasado.

-           Pero eso es terrible

-           Ese miedo que ustedes tenían hace un rato es el miedo que vivenciarán tarde o temprano esas personas.

-           ¿Cómo, no entiendo?

-           En ustedes se reflejaron supuestamente las miserias de ellos mismos; de las cuales ellos no se hacen cargo. Ustedes deben estar atentos; conectados con la fuerza creadora, en paz pero aptos para autodefenderse en el momento que se lo precise. Ya que también ellos proyectan hacia ustedes sus propios miedos y van a querer luchar contra ustedes, viendo en el espejismo que ustedes son sus enemigos y no sus miedos.

-           ¿Y cuándo hacen el aprendizaje ellos?

-           Tarde o temprano se darán cuenta que en ese espejo se habían proyectado ellos mismos. Y eso es terrorífico. Todo el reflejo de ustedes mismos en realidad no les da miedo a ustedes aunque puede angustiarlos, como es lógico. 

         Todos saludaron a Santiago y le agradecieron con lágrimas en los ojos. - Gracias Santiago, si puedes intervenir, pide misericordia para nosotros. - Así lo haré.

        Los Cabritos salieron y contaron la experiencia a los demás. Al día siguiente, comenzaron a armar una aldea a las afueras de la ciudad, para vivir, emulando la aldea del bosque. Allí Ana sembraba y cosechaba verduras, Juana hacía dulces de frutos de la aldea, Federico aprendió el oficio de la carpintería guiado por uno de los viejitos de la aldea del bosque que conocía el oficio, y así se ayudaban.  Si a alguno le faltaba zapallo, Ana se lo daba, y cuando a Ana le hacía falta algo o alguna ayuda, siempre había alguien en la aldea que podía ayudarla.  De esta forma y cerca del acantilado de Santiago, la aldea de los Cabritos había dado sus frutos, su aprendizaje seguía, pero ya no eran el espejo de un espejismo. Ahora ellos se reconocían a sí mismos en su propio espejo.

 

                                                               Lic. Fernanda Inés Sucunza

 

 

 

“UNA PALABRA NOS LIBERA DE TODO EL PESO Y EL DOLOR DE LA VIDA. ESA PALABRA ES AMOR” SÓFOCLES